¿Qué son las Pseudociencias?

¿Qué son las Pseudociencias?

¿Qué son las Pseudociencias?

Una pseudociencia es una disciplina cuyas afirmaciones, creencias o prácticas, a pesar de presentarse como científicas, no se basan en un método científico válido, le falta plausibilidad o el apoyo de evidencias científicas, no puede ser verificada de forma fiable y no es reconocida como tal por la comunidad científica. Por las características de su objeto de estudio, no están en condiciones de aplicar un método científico que avale la producción de nuevos conocimientos objetivos y no pueden verificarse de manera fiable.

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En general, y en la medida en que pueda resultar aplicable, la metodología científica exige que las teorías puedan someterse a pruebas empíricas rigurosas, mientras que a las pseudociencias, o bien no será posible aplicarles sistemas de refutación (por tratarse de formulaciones ambiguas), o bien sus partidarios protegerán la teoría (por ejemplo, con hipótesis auxiliares o ad hoc, formuladas a posteriori), en lugar de someterla a ensayos que puedan refutarla. El filósofo austríaco Karl Popper (1902-1994) introdujo a mediados del siglo XX el concepto de falsabilidad para distinguir la ciencia de la no-ciencia. Un resultado es falsable cuando puede ser demostrado como erróneo, es decir, cuando puede diseñarse un experimento teórico con el que demostrar si es falso.

Su número es enorme y han logrado impresionar a mucha gente a lo largo de la historia y lo siguen haciendo aún en la actualidad. Algunas tienen una denominación propia y otras no. Son ejemplos las que han aparecido como contraparte de algunas ciencias: la astrología para la astronomía, la parapsicología para la psicología, la alquimia para la química, la numerología para las matemáticas. Probablemente la medicina es una de las que ha tenido que alternar con más pseudociencias, entre las que se incluyen muchas de las llamadas medicinas alternativas, las alternativas de la medicina, las medicinas complementarias y sobre todo la insana proliferación de las pseudoterapias.

Pero hay otra versión de la pseudociencia: aquella que da la apariencia de científica porque aparentemente ha seguido algunos pasos del método, pero que en realidad es una estrategia mercadotécnica o publicitaria. Promueve productos o servicios, a través de ciertos indicios que aunque no resisten un análisis metodológico serio, son capaces de deslumbrar a quienes, acaso, los ven con superficialidad, sobre todo si se publican en medios prestigiados o de máxima audiencia. Su propósito no es contribuir a incrementar el acervo cognitivo de la humanidad sino vender su producto.

Características:

  • No tienen consistencia interna y externa. Es decir, soportan contradicciones lógicas y no se integran con otras ciencias.
  • No aplican métodos como los característicos de las ciencias, aquellos cuya validez pueda aceptarse con independencia de las expectativas del observador.
  • Son dogmáticas. Sus principios están planteados en términos tales que no admiten refutación.
  • Proclaman teorías para las que no aportan pruebas empíricas, que a menudo contradicen abiertamente las observaciones o resultados experimentales conocidos y aceptados.
  • Son incoherentes con el cuerpo teórico de disciplinas relacionadas, invalidando las explicaciones admitidas sin ofrecer alternativas mejores para la explicación de los mismos fenómenos ni reconocer la necesidad de hacerlo.
  • Son inmutables. Al no tener bases experimentales, no cambian incluso ante nuevos descubrimientos.
  • Utilizan ante el público un lenguaje oscuro, o emplean términos que tienen un significado preciso en ciencia con sentidos totalmente diferentes.

Entre las pseudociencias cabría destacar la astrología, la numerología, la quiromancia, la frenología, el psicoanálisis, hipnosis, mindfullness, programación neurolingüística, radiestesia, iridología…

El Ministerio de Ciencia español ha publicado una lista con 73 pseudoterapias y 66 técnicas sin evidencia científica, algunas de gran peligrosidad para la salud. Se incluyen el Yoga, la Acupuntura, Reflexología, rebirthing, Aromaterapia, Constelaciones, medicina natural china, quiropraxia, reiki. A esa lista abría que sumar esa estafa llamada Homeopatía, sin duda la más aposentada y que mayores intereses económicos defiende.

¿Qué es el Escepticismo?

¿Qué es el Escepticismo?

¿Qué es el Escepticismo?

El escepticismo científico (o escepticismo racional) es una posición práctica, filosófica, científica y epistemológica en la que se cuestiona la veracidad de las afirmaciones que carecen de pruebas empíricas suficientes.​ El Escepticismo se antepone a la credulidad, a los apriorismos, a los prejuicios, a los principios de autoridad, a la sacralización de las ideas, a las supersticiones, magias y religiones, y a cualquier tipo de fundamentalismo intelectual.

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Sócrates lanzó el reto: «Solo una vida examinada merece ser vivida». Los escépticos recogieron el testigo y se lo tomaron muy en serio. Incluso más que el propio Sócrates, que llegó a la conclusión del famoso «sólo sé que no sé nada».

El escepticismo es la actitud de desconfianza o duda que se manifiesta ante a la verdad o la eficacia de algo. Como tal, la palabra deriva de escéptico, que proviene del griego σκεπτικός (skeptikós), que significa ‘el que examina’.

En la práctica, esta posición suele aplicarse al examen de afirmaciones y teorías que van en contra y/o más allá de la aplicación y alcance del método científico. El escepticismo científico se basa en el pensamiento crítico y se opone a afirmaciones que carezcan de prueba empírica verificable y contrastada.

El escepticismo se antepone a la credulidad, a los apriorismos, a los prejuicios, a los principios de autoridad, a la sacralización de las ideas, a las supersticiones, magias y religiones, y a cualquier tipo de fundamentalismo intelectual. No quiere sustituir una suposición por otra, una afirmación por la contraria, no cae en el nihilismo, propugna un pensamiento crítico, prefiere un agnosticismo científico que un positivismo cerrado.

A menudo, los escépticos se han mostrado como activos luchadores contra las pseudociencias, las supersticiones, los magos, las teorías irracionales y en algunos casos, contra la religión, a cuyos seguidores suelen denominar ‘magufos’. Algunos famosos son Bertrand Russell, Carl Sagan, Isaac Asimov, James Randi, Mario Bunge, Martin Gardner o el mismísimo Houdini.

Círculo Escéptico

Es una asociación cultural que tiene como finalidad principal fomentar la práctica del escepticismo, entendiendo por éste al pensamiento crítico y racional, como herramienta indispensable para la comprensión del mundo y la toma de decisiones en la vida diaria.

«Consideramos que una posición intelectual crítica es la mejor herramienta para desenvolvernos en las realidades natural y social, ante la creciente multiplicidad de discursos con pretensión de verdad absoluta que los medios de comunicación difunden». «Deseamos fomentar la conciencia reflexiva e inquisitiva en particular de los más jóvenes consumidores del mercado de lo oculto, uno de los blancos tradicionales de esta industria, y dar pie a una sana corriente de opinión informada, creativa y escéptica ante el engaño, la manipulación y la difusión de creencias falsas en unos casos y muy dudosas cuando menos en otros»

Ver la web del Círculo Escéptico

Falacias Lógicas más comunes

Falacias Lógicas más comunes

Falacias Lógicas más comunes

Las falacias no formales son aquellas en las que el error del razonamiento tiene que ver con en el contenido de las premisas. En este tipo de falacias lo que se expresa en las premisas no permite llegar a la conclusión a la que se ha llegado, independientemente de si las premisas son ciertas o no. Es decir, que se apela a ideas irracionales sobre el funcionamiento del mundo para dar la sensación de que lo que se dice es cierto.

Las falacias formales lo son no porque el contenido de la premisa no permita llegar a la conclusión a la que se ha llegado, sino porque la relación entre las premisas hace que la inferencia no sea válida. Por eso sus fallos no dependen del contenido, sino del modo en el que están vinculadas las premisas, y no son falsas porque hayamos introducido en nuestro razonamiento ideas irrelevantes e innecesarias, sino porque no hay coherencia en los argumentos que usamos. La falacia formal puede ser detectada sustituyendo todos los elementos de las premisas por símbolos y viendo si el razonamiento se ajusta a las reglas lógicas.

Biotecnólogo, empresario

Presidente de Terra, Agroterra, y TerraWater Inc.
Presidente de la Fundación EcoPlanet

Falacias no formales

Falacia ad ignorantiam

En la falacia ad ignorantiam se intenta dar por hecha la veracidad de una idea por el simple hecho de que no se puede demostrar que es falsa. El famoso meme del Monstruo Espagueti Volador se basa en este tipo de falacia: como no se puede demostrar que no existe un ente invisible formado de espaguetis y albóndigas que además es el creador del mundo y sus habitantes, debe de ser real.

Falacia ad verecundiam

La falacia ad verecundiam, o falacia de autoridad, vincula la veracidad de una proposición a la autoridad de quien la defiende, como si eso proporcionase una garantía absoluta. Por ejemplo, es corriente argumentar que las teorías de Sigmund Freud sobre los procesos mentales son válidas porque su autor era neurólogo.

Argumento ad consequentiam

En este tipo de falacia se intenta hacer ver que la validez o no de una idea depende de si aquello que se puede inferir a partir de ella resulta deseable o indeseable. Por ejemplo, dar por hecho que las posibilidades de que el ejército dé un golpe de estado en un país son muy bajas porque el escenario contrario supondría un duro golpe para la ciudadanía.

Generalización apresurada

Esta falacia es una generalización no fundamentada en datos suficientes. El ejemplo clásico lo encontramos en los estereotipos acerca de los habitantes de ciertos países, que pueden llevar a pensar falazmente, por ejemplo, que si alguien es escocés debe de caracterizarse por su tacañería.

Falacia anecdótica

Tal y como su nombre indica, en la falacia anecdótica el problema está en que partimos de observaciones anecdóticas para llegar a conclusiones. Aquí el problema no es tanto la falta de información, tal y como ocurre en la generalización apresurada, sino más bien la mala calidad de la información de la que se parte. Por ejemplo, cuando intentamos estimar la eficacia de un tipo de psicoterapia basándonos en nuestra experiencia personal, estamos cayendo en este tipo de falacia, ya que ni siquiera hemos adoptado una metodología científica para extraer información de manera sistematizada acerca de la eficacia de ese procedimiento, ni hemos tenido en cuenta nuestros sesgos.

Falacia del hombre de paja

En esta falacia no se critica las ideas del oponente, sino una imagen caricaturizada y manipulada de estas. Un ejemplo lo encontraríamos en una línea argumental en la que se critique a una formación política por ser nacionalista, caracterizándola como algo muy próximo a lo que fue el partido de Hitler.

Post hoc ergo propter hoc

Se trata de un tipo de falacia en el que se da por sentado que si un fenómeno ocurre después de otro, es que está causado por este, a falta de más pruebas que indiquen que eso es así. Por ejemplo, se podría intentar argumentar que la subida repentina en el precio de las acciones de una organización se ha producido porque el inicio de la temporada de caza mayor ya ha llegado a Badajoz.

Falacia ad hominem

Por medio de esta falacia se niega la veracidad de ciertas ideas o conclusiones resaltando las características negativas (más o menos distorsionadas y exageradas) de quien las defiende, en vez de criticar la idea en sí o el razonamiento que ha llevado a ella. Un ejemplo de esta falacia lo encontraríamos en un caso en el que alguien desprecie las ideas de un pensador argumentando que este no cuida su imagen personal.

Falacia de punto medio

En la falacia de punto medio, se adopta una posición pretendidamente equidistante sin tener en cuenta si toda la información considerada es igualmente válida y consistente. Por ejemplo, si somos informados que una persona se ha inventado un nuevo tipo de pseudoterapia y nos preguntan si esa práctica debería ser incluida en el sistema de salud pública, estaríamos cayendo en la falacia del punto medio si asumiésemos que los servicios sanitarios deben darle la misma importancia que a las formas de terapia ya ofrecidas y que han demostrado su efectividad.

Falacia tu quoque

En este tipo de falacia informal, secrea la ilusión de refutar un argumento señalando que la persona que lo propone no actuá de manera consecuente con esa idea. Puede ser entendido como una variante de la falacia ad hominem, ya que se intenta disfrazar la crítica a la persona de crítica a su razonamiento.

Falacia de composición

Este error a la hora de razonar ocurre cuando intentamos llegar a conclusiones acerca de un elemento partiendo de apreciaciones acerca de una de sus partes. Por ejemplo: El sodio explota en contacto con el agua > La sal contiene sodio > La sal explota en contacto con el agua.

Falacias Formales

Negación del antecedente

Este tipo de falacia parte de un condicional del tipo “si le doy un regalo, será mi amigo”, y cuando se niega el primer elemento, se infiere incorrectamente que el segundo también queda negado: “si no le doy un regalo, no será mi amigo”.

Afirmación del consecuente

En este tipo de falacia también se parte de un condicional, pero en este caso se afirma el segundo elemento y se infiere incorrectamente que el antecedente es verdadero: “Si apruebo, descorcho el champán” > “Descorcho el champán, así que apruebo”.

Término medio no distribuido

En esta falacia el término medio de un silogismo, que es el que conecta dos proposiciones y no aparece en la conclusión, no cubre en las premisas a todos los elementos del conjunto. Ejemplo: “Todo francés es europeo” > “Algún ruso es europeo” > “Por lo tanto, algún ruso es francés”.

¿Que son las Falacias lógicas?

¿Que son las Falacias lógicas?

¿Que son las Falacias lógicas?

En Lógica, una falacia (del latín fallacia ‘engaño’) es un argumento que parece válido, pero no lo es. Algunas falacias se cometen intencionadamente para persuadir o manipular a los demás, mientras que otras se cometen sin intención debido a descuidos o ignorancia. Que un argumento sea falaz no implica que sus premisas o su conclusión sean falsas ni que sean verdaderas. Un argumento puede tener premisas y conclusión verdaderas y aun así ser falaz. Lo que hace falaz a un argumento es la invalidez del argumento en sí. De hecho, inferir que una proposición es falsa porque el argumento que la contiene por conclusión es falaz es en sí una falacia conocida como argumento ad logicam. Es un hecho que personas de buena formación intelectual cometen y dan crédito a argumentos falaces, a menudo involuntariamente.

Biotecnólogo, empresario

Presidente de Terra, Agroterra, y TerraWater Inc.
Presidente de la Fundación EcoPlanet

El estudio de las falacias se remonta por lo menos hasta Aristóteles, quien en sus «Refutaciones sofísticas» identificó y clasificó trece clases de falacias.​ Desde entonces se han agregado a la lista cientos de otras falacias y se han propuesto varios sistemas de clasificación. Las falacias son de interés no solo para la lógica, sino también para la política, la retórica, el derecho, la ciencia, la religión, el periodismo, la mercadotecnia, el cine y, en general, cualquier área en la cual la argumentación y la persuasión sean de especial relevancia.

En la historia de la psicología casi siempre ha existido una tendencia a sobrevalorar nuestra capacidad para pensar racionalmente, estando sujetos a unas reglas lógicas y mostrándonos coherentes en nuestra manera de actuar y argumentar. Ha sido en las últimas décadas cuando se ha empezado a aceptar la idea de que la conducta irracional está situada en el centro de nuestras vidas, que la racionalidad es la excepción, y no al revés. Sin embargo, hay una realidad que ya nos venía dando una pista de hasta qué punto nos movemos por emociones e impulsos poco o nada racionales. Este hecho es que hemos tenido que desarrollar una especie de catálogo de falacias para intentar que estas tengan poco peso en nuestro día a día.

El mundo de las falacias pertenece más al mundo de la filosofía y la epistemología que al de la psicología, pero mientras que la filosofía estudia las falacias en sí mismas, desde la psicología se puede investigar el modo en el que se utilizan. El hecho de ver hasta qué punto los falsos argumentos están presentes en los discursos de personas y organizaciones nos da una idea del modo en el que el pensamiento que hay detrás de ellos se ciñen más o menos al paradigma de la racionalidad.

En muchos documentos transmitidos por los medios de comunicación se usa el término ‘falacia‘ aplicado no a errores lógicos de razonamiento, sino a errores empíricos comunes, a simples creencias falsas e incluso a argumentos moralmente erróneos. La diferencia entre errores empíricos y conceptuales, aunque no precisa ni exhaustiva, sí resulta fundamental a la hora de situar el lugar lógico de los errores de argumentación o falacias. Los errores empíricos son errores fácticos o de hecho, relativos a fallos en calcular datos, averiguar hechos o recabar información en general. En cambio, los errores conceptuales son fallos en la comprensión de conceptos abstractos o de relaciones entre ellos. Ejemplos de errores conceptuales serían confundir un dilema con una dificultad, creer que son posibles los círculos cuadrados, o cometer la falacia del espantapájaros.

Los errores conceptuales que afectan a la inferencia argumentativa reciben el nombre de ‘falacias lógicas’.

Otro tipo de errores son los errores éticos, errores sobre evaluaciones, decisiones y conductas morales: menospreciar a una persona simplemente porque se la envidia, ser paternalista con una persona enferma pero intelectualmente competente, o hacerle mobbing a un colega para gozar de los privilegios laborales que a cambio te otorga un jefe.

Es un hecho que personas de buena formación intelectual cometen y dan crédito a argumentos falaces, a menudo involuntariamente. Creer lo contrario suele estar en la base de las teorías sobre la dependencia-de-disciplina respecto del pensamiento crítico. Lo cierto es que, aunque resulte sorprendente a primera vista que un especialista riguroso pueda presentar resultados basados en argumentos falaces, no debería extrañamos tanto si recordamos que somos una especie muy dotada para autoengañarse con frecuencia y, en el caso de tener buena formación intelectual, hacerlo de manera sistemática y sofisticada.

Los argumentos falaces pueden usarse para racionalizar conductas inmorales, que perjudican injustamente a otros.

Para decidir qué hacer necesito determinar antes por qué objetivos vale la pena luchar, y eso comporta deliberar o sopesar argumentos a favor y en contra de ciertas conductas. Si mis argumentos contienen falacias, me pueden llevar a aceptar un soborno, actuar por mero interés personal, o votar al presidente narcisista e incompetente al que votan algunos de mis colegas en lugar de optar por un honesto político de popularidad baja entre mi círculo de conocidos. Así pues, identificar las falacias no sólo es parte de nuestros deberes epistémicos, sino que comporta también una responsabilidad ética (efecto conductual).

Falacias Lógicas

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Neurociencias y cómo nos engaña nuestro cerebro

Neurociencias y cómo nos engaña nuestro cerebro

Neurociencias y cómo nos engaña nuestro cerebro

La complejidad de nuestro cerebro proviene de millones de años de evolución en aras al instinto de supervivencia y reproducción y responde a un organismo y un entorno (ecológico y social) más complejo. Aunque nos sintamos muy orgullosos (‘a imagen de Dios’ nada menos) de la parte autoconsciente de nuestro Lóbulo Prefrontal, de nuestra presunta toma de decisiones, del Libre Albedrío, la verdad es que es la parte semiautomatizada, instintiva e ‘inconsciente’ de nuestro encéfalo la que nos gobierna casi totalmente. Eso sí, nos mantiene engañados sobre el peso de nuestra racionalidad gracias a alimentar nuestro ego y unas herramientas muy eficaces: limitación de nuestros sentidos, sesgos cognitivos, falacias, ilusiones ópticas y sensoriales, recuerdos reinventados, pareidolias, hormonas y neuroquímicos, etc.

Biólogo e ingeniera.

Especialista en Biotecnología y Recursos

Directora de TerraLab

Subdirectora de Agroterra

Por mucho que algunos se empeñen, el estado actual de nuestro cerebro no es fruto de la creación instantánea de ningún dios o demiurgo, sino de la evolución de millones de años hasta quedar configurada como está hoy. Para explicar el volumen y la complejidad que ha adquirido nuestro cerebro en la actualidad hay que entender el proceso de transformaciones que ha sufrido desde la aparición de la Familia Hominidae (subfamilia Hominina, hace unos 12 millones de años), del que surgiría el Género Homo (hace unos 2 millones de años) del que surgiría nuestra especie, Homo Sapiens (hace unos 200.000 años).

En términos evolutivos, esa complejidad responde a la necesidad de gestionar un organismo (nuestro cuerpo) cada vez más complejo y versátil: tanto en lo que respecta a los movimientos, la captación del entorno, una dieta omnívora y cambiante, una estratificación social cada vez más compleja, la elaboración de herramientas, la transformación de nuestro entorno (poblados, agricultura), la domesticación de animales (ganadería), las necesidades de sistemas más avanzados de comunicación, etc.

El fin último de esa mayor complejidad cerebral no era la creación artística ni la investigación científica, sino la mejor adaptación al medio para una mayor tasa de supervivencia. Por eso, aunque ahora nos sintamos orgullosos de la parte autoconsciente alojada en el Lóbulo Prefrontal que nos permite la toma de decisiones llamadas racionales, lo que daría lugar al supuesto Libre Albedrío (de cuya existencia proliferan debates acalorados), a la Filosofía, a la creación artística y a la Ciencia más allá de las suposiciones del Saber Popular, lo cierto es que el instinto de supervivencia (la parte no racional, la instintiva, la más ‘automatizada‘, esa que decidimos llamar ‘subconsciente‘ o ‘inconsciente‘) sigue primando sobre las decisiones ‘racionales’ en una proporción de un millón a uno.

Ahora sabemos que ese funcionamiento cotidiano del cerebro en ocuparse de nuestro quehacer diario no constituye un ‘Lóbulo’ o ‘Área’ definida al que llamar Subconsciente o Inconsciente que funcionaría autónomamente como un substrato del Consciente (del Yo o de como queramos llamarlo). No es un cajoncito del cerebro donde guardar nuestros recuerdos (como si fuesen fotografías inalterables), nuestros sueños (susceptibles de interpretación), nuestros traumas infantiles y adultos, nuestras emociones reprimidas. No, sencillamente es el funcionamiento normal de nuestro cerebro que cuida de nosotros, que desde luego es No Consciente (es inconsciente, no es que sea Un Inconsciente) porque no le da información ni explicaciones a nuestra parte consciente. De hecho nos cuida tanto que muchas decisiones que creemos haber tomado ‘conscientemente’ provienen en realidad de nuestra parte no consciente.

Si algo ha conseguido las últimas décadas de investigación neurocientífica mediante escáneres y otras pruebas de la actividad cerebral con el paciente despierto, no es tanto darnos una idea de su funcionamiento y plasticidad, como desmontar algunos mitos que estaban instalados en la psicología, la psiquiatría y en la cultura popular. Ahora sabemos que el Psicoanálisis es una fábula, que los sueños no son interpretables, que la mayor parte de los seres humanos superan sus traumas infantiles, que la dicotomía Lógica / Creatividad de hemisferios izquierdo y derecho son falsos, que los rígidos mapas cerebrales de Área-Función son teóricos y aproximativos porque la plasticidad del cerebro permite trasladar funciones de una parte a otra y porque incluso las áreas más especializadas pueden hacer distintas tareas y siempre están en conexión con otras áreas.

¿Nos engañan nuestros sentidos? Cómo explicar las ilusiones ópticas, nuestros recuerdos de eventos que nunca ocurrieron, las caras que vemos en algunas manchas, los avistamientos ovni y las apariciones marianas. Cómo explicar las inexplicables proezas de magos, ilusionistas y mentalistas. Cómo explicar a millones de votantes creyendo las mentiras de ciertos políticos. Cómo explicar el tremendo influjo de la Publicidad y las Redes Sociales en ‘nuestras’ decisiones de compra. Pues no. Nuestro cerebro nos engaña constantemente. De buena fe, intenta salvarnos la vida, pero nos engaña. Hay muchos mecanismos que nuestro organismo (cerebro incluido) ha adquirido para ayudarnos a sobrevivir, a cazar mejor, a huir de enemigos, a resistir ayunos, etc. que en una sociedad moderna ya no tienen sentido y suponen un hándicap más que una ayuda.

Algunos de esos engaños (autoengaños, de ahí que nos cueste tanto reconocerlos y admitirlos) proceden de nuestras limitaciones sensoriales, que en realidad son limitaciones de nuestro cerebro para interpretar los datos que recogen nuestros sentidos. Solemos creer que ‘vemos’ con nuestros ojos, cuando de hecho nuestra ‘vista’ se limita a captar fotones rebotados de los objetos a nuestro alrededor, información que tras ser convertida en impulsos electroquímicos es transmitida a la corteza visual del lóbulo occipital, donde se crean las imágenes, a lo que llamamos VER. Es nuestro cerebro el que ‘ve’, no nuestros ojos. Ilusiones ópticas, pareidolias, espejismos, alucinaciones, delirios, visiones, psicodelias, cacofonías, avistamientos, sensación de estar fuera de nuestro cuerpo, falsos recuerdos, testigos contradictorios de un evento… son algunos de los efectos de estas limitaciones.

A estas limitaciones, hay que sumar los sesgos cognitivos y las falacias lógicas entre otras. Si algo propugna el Pensamiento Crítico y el Escepticismo es la relativización de las Verdades absolutas, la duda de nuestros propias convicciones, la creación de un Método Científico