Falacias Lógicas más comunes

Falacias Lógicas más comunes

Falacias Lógicas más comunes

Las falacias no formales son aquellas en las que el error del razonamiento tiene que ver con en el contenido de las premisas. En este tipo de falacias lo que se expresa en las premisas no permite llegar a la conclusión a la que se ha llegado, independientemente de si las premisas son ciertas o no. Es decir, que se apela a ideas irracionales sobre el funcionamiento del mundo para dar la sensación de que lo que se dice es cierto.

Las falacias formales lo son no porque el contenido de la premisa no permita llegar a la conclusión a la que se ha llegado, sino porque la relación entre las premisas hace que la inferencia no sea válida. Por eso sus fallos no dependen del contenido, sino del modo en el que están vinculadas las premisas, y no son falsas porque hayamos introducido en nuestro razonamiento ideas irrelevantes e innecesarias, sino porque no hay coherencia en los argumentos que usamos. La falacia formal puede ser detectada sustituyendo todos los elementos de las premisas por símbolos y viendo si el razonamiento se ajusta a las reglas lógicas.

Biotecnólogo, empresario

Presidente de Terra, Agroterra, y TerraWater Inc.
Presidente de la Fundación EcoPlanet

Falacias no formales

Falacia ad ignorantiam

En la falacia ad ignorantiam se intenta dar por hecha la veracidad de una idea por el simple hecho de que no se puede demostrar que es falsa. El famoso meme del Monstruo Espagueti Volador se basa en este tipo de falacia: como no se puede demostrar que no existe un ente invisible formado de espaguetis y albóndigas que además es el creador del mundo y sus habitantes, debe de ser real.

Falacia ad verecundiam

La falacia ad verecundiam, o falacia de autoridad, vincula la veracidad de una proposición a la autoridad de quien la defiende, como si eso proporcionase una garantía absoluta. Por ejemplo, es corriente argumentar que las teorías de Sigmund Freud sobre los procesos mentales son válidas porque su autor era neurólogo.

Argumento ad consequentiam

En este tipo de falacia se intenta hacer ver que la validez o no de una idea depende de si aquello que se puede inferir a partir de ella resulta deseable o indeseable. Por ejemplo, dar por hecho que las posibilidades de que el ejército dé un golpe de estado en un país son muy bajas porque el escenario contrario supondría un duro golpe para la ciudadanía.

Generalización apresurada

Esta falacia es una generalización no fundamentada en datos suficientes. El ejemplo clásico lo encontramos en los estereotipos acerca de los habitantes de ciertos países, que pueden llevar a pensar falazmente, por ejemplo, que si alguien es escocés debe de caracterizarse por su tacañería.

Falacia anecdótica

Tal y como su nombre indica, en la falacia anecdótica el problema está en que partimos de observaciones anecdóticas para llegar a conclusiones. Aquí el problema no es tanto la falta de información, tal y como ocurre en la generalización apresurada, sino más bien la mala calidad de la información de la que se parte. Por ejemplo, cuando intentamos estimar la eficacia de un tipo de psicoterapia basándonos en nuestra experiencia personal, estamos cayendo en este tipo de falacia, ya que ni siquiera hemos adoptado una metodología científica para extraer información de manera sistematizada acerca de la eficacia de ese procedimiento, ni hemos tenido en cuenta nuestros sesgos.

Falacia del hombre de paja

En esta falacia no se critica las ideas del oponente, sino una imagen caricaturizada y manipulada de estas. Un ejemplo lo encontraríamos en una línea argumental en la que se critique a una formación política por ser nacionalista, caracterizándola como algo muy próximo a lo que fue el partido de Hitler.

Post hoc ergo propter hoc

Se trata de un tipo de falacia en el que se da por sentado que si un fenómeno ocurre después de otro, es que está causado por este, a falta de más pruebas que indiquen que eso es así. Por ejemplo, se podría intentar argumentar que la subida repentina en el precio de las acciones de una organización se ha producido porque el inicio de la temporada de caza mayor ya ha llegado a Badajoz.

Falacia ad hominem

Por medio de esta falacia se niega la veracidad de ciertas ideas o conclusiones resaltando las características negativas (más o menos distorsionadas y exageradas) de quien las defiende, en vez de criticar la idea en sí o el razonamiento que ha llevado a ella. Un ejemplo de esta falacia lo encontraríamos en un caso en el que alguien desprecie las ideas de un pensador argumentando que este no cuida su imagen personal.

Falacia de punto medio

En la falacia de punto medio, se adopta una posición pretendidamente equidistante sin tener en cuenta si toda la información considerada es igualmente válida y consistente. Por ejemplo, si somos informados que una persona se ha inventado un nuevo tipo de pseudoterapia y nos preguntan si esa práctica debería ser incluida en el sistema de salud pública, estaríamos cayendo en la falacia del punto medio si asumiésemos que los servicios sanitarios deben darle la misma importancia que a las formas de terapia ya ofrecidas y que han demostrado su efectividad.

Falacia tu quoque

En este tipo de falacia informal, secrea la ilusión de refutar un argumento señalando que la persona que lo propone no actuá de manera consecuente con esa idea. Puede ser entendido como una variante de la falacia ad hominem, ya que se intenta disfrazar la crítica a la persona de crítica a su razonamiento.

Falacia de composición

Este error a la hora de razonar ocurre cuando intentamos llegar a conclusiones acerca de un elemento partiendo de apreciaciones acerca de una de sus partes. Por ejemplo: El sodio explota en contacto con el agua > La sal contiene sodio > La sal explota en contacto con el agua.

Falacias Formales

Negación del antecedente

Este tipo de falacia parte de un condicional del tipo “si le doy un regalo, será mi amigo”, y cuando se niega el primer elemento, se infiere incorrectamente que el segundo también queda negado: “si no le doy un regalo, no será mi amigo”.

Afirmación del consecuente

En este tipo de falacia también se parte de un condicional, pero en este caso se afirma el segundo elemento y se infiere incorrectamente que el antecedente es verdadero: “Si apruebo, descorcho el champán” > “Descorcho el champán, así que apruebo”.

Término medio no distribuido

En esta falacia el término medio de un silogismo, que es el que conecta dos proposiciones y no aparece en la conclusión, no cubre en las premisas a todos los elementos del conjunto. Ejemplo: “Todo francés es europeo” > “Algún ruso es europeo” > “Por lo tanto, algún ruso es francés”.

¿Que son las Falacias lógicas?

¿Que son las Falacias lógicas?

¿Que son las Falacias lógicas?

En Lógica, una falacia (del latín fallacia ‘engaño’) es un argumento que parece válido, pero no lo es. Algunas falacias se cometen intencionadamente para persuadir o manipular a los demás, mientras que otras se cometen sin intención debido a descuidos o ignorancia. Que un argumento sea falaz no implica que sus premisas o su conclusión sean falsas ni que sean verdaderas. Un argumento puede tener premisas y conclusión verdaderas y aun así ser falaz. Lo que hace falaz a un argumento es la invalidez del argumento en sí. De hecho, inferir que una proposición es falsa porque el argumento que la contiene por conclusión es falaz es en sí una falacia conocida como argumento ad logicam. Es un hecho que personas de buena formación intelectual cometen y dan crédito a argumentos falaces, a menudo involuntariamente.

Biotecnólogo, empresario

Presidente de Terra, Agroterra, y TerraWater Inc.
Presidente de la Fundación EcoPlanet

El estudio de las falacias se remonta por lo menos hasta Aristóteles, quien en sus «Refutaciones sofísticas» identificó y clasificó trece clases de falacias.​ Desde entonces se han agregado a la lista cientos de otras falacias y se han propuesto varios sistemas de clasificación. Las falacias son de interés no solo para la lógica, sino también para la política, la retórica, el derecho, la ciencia, la religión, el periodismo, la mercadotecnia, el cine y, en general, cualquier área en la cual la argumentación y la persuasión sean de especial relevancia.

En la historia de la psicología casi siempre ha existido una tendencia a sobrevalorar nuestra capacidad para pensar racionalmente, estando sujetos a unas reglas lógicas y mostrándonos coherentes en nuestra manera de actuar y argumentar. Ha sido en las últimas décadas cuando se ha empezado a aceptar la idea de que la conducta irracional está situada en el centro de nuestras vidas, que la racionalidad es la excepción, y no al revés. Sin embargo, hay una realidad que ya nos venía dando una pista de hasta qué punto nos movemos por emociones e impulsos poco o nada racionales. Este hecho es que hemos tenido que desarrollar una especie de catálogo de falacias para intentar que estas tengan poco peso en nuestro día a día.

El mundo de las falacias pertenece más al mundo de la filosofía y la epistemología que al de la psicología, pero mientras que la filosofía estudia las falacias en sí mismas, desde la psicología se puede investigar el modo en el que se utilizan. El hecho de ver hasta qué punto los falsos argumentos están presentes en los discursos de personas y organizaciones nos da una idea del modo en el que el pensamiento que hay detrás de ellos se ciñen más o menos al paradigma de la racionalidad.

En muchos documentos transmitidos por los medios de comunicación se usa el término ‘falacia‘ aplicado no a errores lógicos de razonamiento, sino a errores empíricos comunes, a simples creencias falsas e incluso a argumentos moralmente erróneos. La diferencia entre errores empíricos y conceptuales, aunque no precisa ni exhaustiva, sí resulta fundamental a la hora de situar el lugar lógico de los errores de argumentación o falacias. Los errores empíricos son errores fácticos o de hecho, relativos a fallos en calcular datos, averiguar hechos o recabar información en general. En cambio, los errores conceptuales son fallos en la comprensión de conceptos abstractos o de relaciones entre ellos. Ejemplos de errores conceptuales serían confundir un dilema con una dificultad, creer que son posibles los círculos cuadrados, o cometer la falacia del espantapájaros.

Los errores conceptuales que afectan a la inferencia argumentativa reciben el nombre de ‘falacias lógicas’.

Otro tipo de errores son los errores éticos, errores sobre evaluaciones, decisiones y conductas morales: menospreciar a una persona simplemente porque se la envidia, ser paternalista con una persona enferma pero intelectualmente competente, o hacerle mobbing a un colega para gozar de los privilegios laborales que a cambio te otorga un jefe.

Es un hecho que personas de buena formación intelectual cometen y dan crédito a argumentos falaces, a menudo involuntariamente. Creer lo contrario suele estar en la base de las teorías sobre la dependencia-de-disciplina respecto del pensamiento crítico. Lo cierto es que, aunque resulte sorprendente a primera vista que un especialista riguroso pueda presentar resultados basados en argumentos falaces, no debería extrañamos tanto si recordamos que somos una especie muy dotada para autoengañarse con frecuencia y, en el caso de tener buena formación intelectual, hacerlo de manera sistemática y sofisticada.

Los argumentos falaces pueden usarse para racionalizar conductas inmorales, que perjudican injustamente a otros.

Para decidir qué hacer necesito determinar antes por qué objetivos vale la pena luchar, y eso comporta deliberar o sopesar argumentos a favor y en contra de ciertas conductas. Si mis argumentos contienen falacias, me pueden llevar a aceptar un soborno, actuar por mero interés personal, o votar al presidente narcisista e incompetente al que votan algunos de mis colegas en lugar de optar por un honesto político de popularidad baja entre mi círculo de conocidos. Así pues, identificar las falacias no sólo es parte de nuestros deberes epistémicos, sino que comporta también una responsabilidad ética (efecto conductual).

Falacias Lógicas

más comunes

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Neurociencias y cómo nos engaña nuestro cerebro

Neurociencias y cómo nos engaña nuestro cerebro

Neurociencias y cómo nos engaña nuestro cerebro

La complejidad de nuestro cerebro proviene de millones de años de evolución en aras al instinto de supervivencia y reproducción y responde a un organismo y un entorno (ecológico y social) más complejo. Aunque nos sintamos muy orgullosos (‘a imagen de Dios’ nada menos) de la parte autoconsciente de nuestro Lóbulo Prefrontal, de nuestra presunta toma de decisiones, del Libre Albedrío, la verdad es que es la parte semiautomatizada, instintiva e ‘inconsciente’ de nuestro encéfalo la que nos gobierna casi totalmente. Eso sí, nos mantiene engañados sobre el peso de nuestra racionalidad gracias a alimentar nuestro ego y unas herramientas muy eficaces: limitación de nuestros sentidos, sesgos cognitivos, falacias, ilusiones ópticas y sensoriales, recuerdos reinventados, pareidolias, hormonas y neuroquímicos, etc.

Biólogo e ingeniera.

Especialista en Biotecnología y Recursos

Directora de TerraLab

Subdirectora de Agroterra

Por mucho que algunos se empeñen, el estado actual de nuestro cerebro no es fruto de la creación instantánea de ningún dios o demiurgo, sino de la evolución de millones de años hasta quedar configurada como está hoy. Para explicar el volumen y la complejidad que ha adquirido nuestro cerebro en la actualidad hay que entender el proceso de transformaciones que ha sufrido desde la aparición de la Familia Hominidae (subfamilia Hominina, hace unos 12 millones de años), del que surgiría el Género Homo (hace unos 2 millones de años) del que surgiría nuestra especie, Homo Sapiens (hace unos 200.000 años).

En términos evolutivos, esa complejidad responde a la necesidad de gestionar un organismo (nuestro cuerpo) cada vez más complejo y versátil: tanto en lo que respecta a los movimientos, la captación del entorno, una dieta omnívora y cambiante, una estratificación social cada vez más compleja, la elaboración de herramientas, la transformación de nuestro entorno (poblados, agricultura), la domesticación de animales (ganadería), las necesidades de sistemas más avanzados de comunicación, etc.

El fin último de esa mayor complejidad cerebral no era la creación artística ni la investigación científica, sino la mejor adaptación al medio para una mayor tasa de supervivencia. Por eso, aunque ahora nos sintamos orgullosos de la parte autoconsciente alojada en el Lóbulo Prefrontal que nos permite la toma de decisiones llamadas racionales, lo que daría lugar al supuesto Libre Albedrío (de cuya existencia proliferan debates acalorados), a la Filosofía, a la creación artística y a la Ciencia más allá de las suposiciones del Saber Popular, lo cierto es que el instinto de supervivencia (la parte no racional, la instintiva, la más ‘automatizada‘, esa que decidimos llamar ‘subconsciente‘ o ‘inconsciente‘) sigue primando sobre las decisiones ‘racionales’ en una proporción de un millón a uno.

Ahora sabemos que ese funcionamiento cotidiano del cerebro en ocuparse de nuestro quehacer diario no constituye un ‘Lóbulo’ o ‘Área’ definida al que llamar Subconsciente o Inconsciente que funcionaría autónomamente como un substrato del Consciente (del Yo o de como queramos llamarlo). No es un cajoncito del cerebro donde guardar nuestros recuerdos (como si fuesen fotografías inalterables), nuestros sueños (susceptibles de interpretación), nuestros traumas infantiles y adultos, nuestras emociones reprimidas. No, sencillamente es el funcionamiento normal de nuestro cerebro que cuida de nosotros, que desde luego es No Consciente (es inconsciente, no es que sea Un Inconsciente) porque no le da información ni explicaciones a nuestra parte consciente. De hecho nos cuida tanto que muchas decisiones que creemos haber tomado ‘conscientemente’ provienen en realidad de nuestra parte no consciente.

Si algo ha conseguido las últimas décadas de investigación neurocientífica mediante escáneres y otras pruebas de la actividad cerebral con el paciente despierto, no es tanto darnos una idea de su funcionamiento y plasticidad, como desmontar algunos mitos que estaban instalados en la psicología, la psiquiatría y en la cultura popular. Ahora sabemos que el Psicoanálisis es una fábula, que los sueños no son interpretables, que la mayor parte de los seres humanos superan sus traumas infantiles, que la dicotomía Lógica / Creatividad de hemisferios izquierdo y derecho son falsos, que los rígidos mapas cerebrales de Área-Función son teóricos y aproximativos porque la plasticidad del cerebro permite trasladar funciones de una parte a otra y porque incluso las áreas más especializadas pueden hacer distintas tareas y siempre están en conexión con otras áreas.

¿Nos engañan nuestros sentidos? Cómo explicar las ilusiones ópticas, nuestros recuerdos de eventos que nunca ocurrieron, las caras que vemos en algunas manchas, los avistamientos ovni y las apariciones marianas. Cómo explicar las inexplicables proezas de magos, ilusionistas y mentalistas. Cómo explicar a millones de votantes creyendo las mentiras de ciertos políticos. Cómo explicar el tremendo influjo de la Publicidad y las Redes Sociales en ‘nuestras’ decisiones de compra. Pues no. Nuestro cerebro nos engaña constantemente. De buena fe, intenta salvarnos la vida, pero nos engaña. Hay muchos mecanismos que nuestro organismo (cerebro incluido) ha adquirido para ayudarnos a sobrevivir, a cazar mejor, a huir de enemigos, a resistir ayunos, etc. que en una sociedad moderna ya no tienen sentido y suponen un hándicap más que una ayuda.

Algunos de esos engaños (autoengaños, de ahí que nos cueste tanto reconocerlos y admitirlos) proceden de nuestras limitaciones sensoriales, que en realidad son limitaciones de nuestro cerebro para interpretar los datos que recogen nuestros sentidos. Solemos creer que ‘vemos’ con nuestros ojos, cuando de hecho nuestra ‘vista’ se limita a captar fotones rebotados de los objetos a nuestro alrededor, información que tras ser convertida en impulsos electroquímicos es transmitida a la corteza visual del lóbulo occipital, donde se crean las imágenes, a lo que llamamos VER. Es nuestro cerebro el que ‘ve’, no nuestros ojos. Ilusiones ópticas, pareidolias, espejismos, alucinaciones, delirios, visiones, psicodelias, cacofonías, avistamientos, sensación de estar fuera de nuestro cuerpo, falsos recuerdos, testigos contradictorios de un evento… son algunos de los efectos de estas limitaciones.

A estas limitaciones, hay que sumar los sesgos cognitivos y las falacias lógicas entre otras. Si algo propugna el Pensamiento Crítico y el Escepticismo es la relativización de las Verdades absolutas, la duda de nuestros propias convicciones, la creación de un Método Científico

 

Principales Sesgos Cognitivos

Principales Sesgos Cognitivos

Principales Sesgos Cognitivos

Un sesgo cognitivo es un efecto psicológico que produce una desviación en el procesamiento mental, lo que lleva a una distorsión, juicio inexacto, interpretación ilógica Puesto que los sesgos que nos acechan son imposibles de eliminar, la manera más eficaz de minimizar sus efectos es por medio del conocimiento de dichos sesgos y de la autocrítica.

Aquí se exponen algunos de los sesgos cognitivos más comunes, presentes casi a dario en la inmensa mayoría de los especímenes de la especie autodenominada homo sapiens. Se han catalogado unos 156 sesgos.

Biotecnólogo, empresario

Presidente de Terra, Agroterra, y TerraWater Inc.
Presidente de la Fundación EcoPlanet

Sesgo de confirmación

Tendencia a favorecer, buscar, interpretar y recordar la información que confirma las propias creencias o hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas. Las personas muestran esta tendencia cuando reúnen o recuerdan información de manera selectiva, o cuando la interpretan sesgadamente. El efecto es más fuerte en publicaciones con contenido emocional y en creencias firmemente enraizadas. También tienden a interpretar que las pruebas ambiguas apoyan su postura existente. Propicia la perseverancia de las creencias (cuando las creencias de las personas persisten pese a que se ha demostrado su falsedad), el efecto de primacía irracional (cuando se tiene mayor confianza a las primeras experiencias tenidas con algún hecho, que a las más recientes) y la correlación ilusoria (cuando la gente falsamente percibe una asociación entre dos acontecimientos o situaciones).

Sesgo de falso consenso

Tendencia experimentalmente corroborada de creer que las propias opiniones, creencias, valores y hábitos están más extendidos entre el resto de la población de lo que realmente lo están. La mayoría piensa que su propia visión del mundo y su forma de vida está más extendida de lo que realmente está. Relacionado con el sesgo de confirmación.

Sesgo de memoria

Mejora o deteriora la rememoración de un recuerdo (ya sea la probabilidad de que el recuerdo sea rememorado, o la cantidad de tiempo necesario para que esto ocurra, o ambos), o que altera el contenido de un recuerdo reportado. Percibimos los eventos pasados como más predecibles de lo que fueron.

Efecto Dunning-Kruger

Tendencia de las personas con baja habilidad en un área específica a sobreestimarse en esa habilidad. Esta gente no solo llega a conclusiones erróneas y toma decisiones malas, sino que, además, su incompetencia también les quita la habilidad metacognitiva para darse cuenta de ello. Esto se denomina el ‘relato de la doble carga’: la falta de competencia y la ignorancia de esta falta. Es esa extrema ignorancia la que causa una extrema autoconfianza, lo que a veces sirve para explicar el fenómeno contrario: que los mayores expertos no tengan confianza en la validez de trabajo. Explica cómo los más ignorantes se creen los más listos, lo que cotidianamente se llama ‘efecto cuñado’. o ‘cuñadismo’. La mayor parte del pensamiento magufo, de las teorías conspiranoicas y negacionismos abundan en personajes que encajan con este perfil. «Yo no he estudiado Física pero sé que…». Las personas con pocas capacidades no son capaces de ver que realmente no son tan buenos como se piensan, sin embargo, cuando estas personas aceptan entrenarse para aumentar estas capacidades adquieren más facilidades para ver que previamente eran incompetentes.

Sesgo retrospectivo o sesgo a posteriori

Inclinación a ver los eventos pretéritos como predecibles. También es conocido como «ya lo sabía yo». Es cuando, después de leer algo, creemos que es muy fácil. En otras palabras, el resultado parece de sentido común si ya se sabía previamente el resultado. Este sesgo puede provocar arrogancia (sobreestimamos nuestras capacidades). Asimismo, como las respuestas son “obvias” se castiga a los que no han tomado las elecciones correctas, mientras que no se alaba a los que si eligieron correctamente la respuesta.

Sesgo de correspondencia o error de atribución

Tendencia de hacer excesivo énfasis en las explicaciones fundamentadas, comportamientos o experiencias personales de otras personas.

Sesgo endogrupal

Los miembros de un grupo presentan una tendencia a valorar de forma positiva a los miembros de su propio grupo. Sin embargo, no tienen una percepción positiva de los miembros ajenos.

Pensamiento de Grupo

A veces queremos mantener la armonía del grupo y esto nos lleva a adoptar decisiones irracionales para evitar que surja el conflicto.

Sesgo por interés personal

Tendemos a percibir nuestros fracasos como circunstanciales, pero consideramos que nuestros éxitos son debidos a nuestro mérito.

Efecto Forer, efecto Barnum o falacia de validación personal.

Es la tendencia a sentirnos identificados por descripciones de personalidad generales o vagas con las que, en general, puede identificarse cualquiera. Nos hace creer que las descripciones generales se aplican personalmente a nosotros. Muy común en campos como la astrología, la adivinación, la grafología… Sucede porque todos tendemos a creer que somos especiales y únicos. Se relaciona con la búsqueda de confirmación (cuando reciben una descripción, buscan activamente las partes que parecen encajar con su autoimagen) y la ambigüedad intencional (las descripciones suelen ser vagas y ambiguas, lo que permite a las personas interpretarlas de manera que se adapten a su propia experiencia)

Efecto arrastre

Tendencia a apuntarse a las tendencias o modas, hacer o creer en algo porque mucha más gente lo hace.

Efecto halo

Si ves a una persona con un rasgo positivo, esa impresión positiva se extenderá a sus otros rasgos. Este efecto también ocurre a la inversa cuando se trata de rasgos negativos.

Suerte moral

Una mejor posición moral se debe a un resultado positivo; una peor posición moral se debe a un resultado negativo. Es decir, la tendencia a atribuir una mayor o menor posición moral basada en el resultado de un evento.

Maldición del conocimiento

Una vez que sabemos algo, asumimos que todos los demás también lo saben. Este sesgo cognitivo se produce cuando un individuo, en comunicación con otras personas, sin saberlo, supone que los otros tienen los antecedentes necesarios para entender lo que dice.

Heurística de disponibilidad

Nos basamos en los ejemplos inmediatos que nos vienen a la mente al hacer juicios. Éste sesgo se ocasiona ante decisiones muy rápidas ya que tendemos a valorar más la información que es más fácil de recordar; por ejemplo podemos pensar que fumar no es tan malo porque mi abuelo fumaba con 100 años y siempre estuvo bien de salud.

Sesgo de primera impresión

Puede parecer que lo primero que observamos predice y generaliza lo que va a volver a suceder en una ocasión similar. Imagina que conoces a una persona y al conocerla el primer día contó un chiste, diremos entonces que es Javier el chistoso.

Efecto anclaje

Parece que damos más importancia a la primera información que recibimos sobre algún tema que desconocemos y terminamos posicionándonos a favor sobre todo si la fuente de información es relevante para nosotros.

¿Qué son los Sesgos Cognitivos?

¿Qué son los Sesgos Cognitivos?

¿Qué son los Sesgos Cognitivos?

Un sesgo cognitivo es un efecto psicológico que produce una desviación en el procesamiento mental, lo que lleva a una distorsión, juicio inexacto, interpretación ilógica, o lo que se llama en términos generales irracionalismo, que se da sobre la base de la interpretación de la información disponible, aunque los datos no sean lógicos o no estén relacionados entre sí. Puesto que los sesgos que nos acechan son imposibles de eliminar, la manera más eficaz de minimizar sus efectos es por medio de la autocrítica. En este sentido, lo más importante es recordar el principio postulado por Richard Feynman:

«El primer principio es que no debes engañarte a ti mismo, y tú eres la persona más fácil de engañar»

Biotecnólogo, empresario

Presidente de Terra, Agroterra, y TerraWater Inc.
Presidente de la Fundación EcoPlanet

Los sesgos sociales se denominan generalmente sesgos atribucionales y afectan a nuestras interacciones sociales de cada día, también están presentes en la probabilidad y toma de decisiones: se denominan también ‘prejuicios cognitivos‘. Ante un estado de confusión, es importante precisar y destacar los mecanismos netamente cognitivos de los intelectivos ya que estos últimos corresponden en la intuición a sesgos preceptivos conocidos comúnmente como falacias.

La existencia de sesgos cognitivos parece ser un rasgo adaptativo surgido durante la evolución humana, que ayudaría a tomar decisiones rápidas ante ciertos estímulos potencialmente dañinos, en situaciones en las que una respuesta inmediata puede ser más valiosa para la supervivencia que un análisis detallado. Esta inmediatez puede conducir a tomar decisiones erróneas, a veces con consecuencias graves.

Entendemos por prejuicio el tomar decisiones sin tener una experiencia propia, un hecho que evolutivamente parece estar extendido. Es un juicio de valor apriorístico, previo al proceso racional y a la sopesación de datos y argumentos. En el español de uso corriente la expresión «prejuicio cognitivo» se acerca más al significado de las palabras «tendencia», «sesgo» o «predisposición», es decir, ligado más a la parte inconsciente, irracional, emocional… Lo que en ciencia es reprensible es el acto de evitar comprobar el prejuicio o solución, desde una postura científica, el situarse en una postura cerrada y fija y aislarse dando por ciertos los datos imaginados. Al no disponer de información contrastada, sino sólo disponer de los sesgos y probabilidades (procedentes de los valores adquiridos) o tópicos inciertos (procedentes de vagas referencias de otros) reduce, en definitiva, las posibilidades de usar la lógica para tomar decisiones correctas o para alcanzar la verdad.

El cerebro y en general la evolución premia la supervivencia a corto plazo en lugar de una estrategia a largo plazo de búsqueda de la verdad.

Todo aquel que se dedique a la investigación, ya sea con fines científicos, periodísticos o simplemente por afición personal a determinados temas o asuntos, debe tenerlos en cuenta para no caer en ellos y hacer un continuo autodiagnóstico para corregirlos. Puesto que los sesgos que nos acechan son imposibles de eliminar, la manera más eficaz de minimizar sus efectos es por medio de la autocrítica. En este sentido, lo más importante es recordar el principio postulado por Richard Feynman:

«El primer principio es que no debes engañarte a ti mismo, y tú eres la persona más fácil de engañar»

En 2016 la revista Nature publicó un artículo advirtiendo de una crisis de reproducibilidad en la ciencia. En su encuesta, realizada a 1576 investigadores de diversas áreas, un 90% de los científicos declaraban que la ciencia actual adolece de problemas de reproducibilidad. Lo más sorprendente es que la primera razón de todas era la elaboración de informes selectivos o sesgados por parte de los científicos. ¿Cómo es posible? La ciencia es una actividad humana y como tal hereda indefectiblemente nuestros propios defectos. Esto ocurre así pese a nuestros esfuerzos por seguir un método científico, debido a que el verdadero mecanismo de la ciencia es mucho más complejo de lo que se admite generalmente. En la búsqueda de la verdad los científicos olvidamos a menudo un importante hecho sobre nuestras mentes: que no sólo podemos estar ciegos ante lo obvio, sino también a nuestra propia ceguera.

Los seres humanos (y no olvidemos que los científicos lo somos) tenemos muchos sesgos, y en la actualidad hay al menos 154 catalogados, los cuales responden a nuestra necesidad de interpretar información y tomar decisiones rápidamente, aun cuando esa información sea excesiva o insuficiente. Los sesgos afectan a capacidades especialmente críticas en el mundo científico: la habilidad para decidir correctamente, para hacer estimaciones justas, para hacer juicios de valor objetivos, para atribuir relaciones causales o para establecer hipótesis.

El origen de muchos de estos efectos psicológicos reside en lo que se conoce como ‘estructura de los dos sistemas‘. Se sabe que nuestro cerebro dispone de un sistema rápido de decisión, que es inconsciente, asociativo y automático, y que usamos el 95% del tiempo. Afortunadamente también disponemos de otro sistema, uno lento y racional, que requiere esfuerzo y que usa la lógica. Puesto que este sistema es más costoso lo usamos raras veces: un 5% del tiempo aproximadamente. Los sesgos pueden operar de múltiples maneras y a distintas escalas. En particular, muchos sesgos pueden trabajar de manera simultánea, e incluso conjuntamente, pero también pueden operar en sentidos opuestos. Por ejemplo, el sesgo de confirmación tiende a rechazar ideas (que no encajan con nuestra manera de pensar), mientras que el sesgo de ilusión de la validez tiende a aceptar ideas (que no están suficientemente probadas).

En la población general los sesgos y prejuicios están ampliamente instalados

En el ámbito científico, hay preocupación por estos sesgos y prejuicios, se han estudiado y catalogado, se propician métodos y estrategias que puedan minimizarlos, se fomenta la autocrítica, la duda y la comprobación por pares. En la población general los sesgos y prejuicios están ampliamente instalados, sin apenas herramientas cognitivas o sociales con las que combatirlos, incluso fomentados por las clases dominantes porque el conocimiento de esos sesgos permite la manipulación: crear estados de opinión ad hoc, propiciar miedos y aversiones, asentar ideologías, ocultar eventos y acciones, modificar conductas sociales, alimentar políticas comerciales y hábitos de consumo, etc. Y cuando esos sesgos se extreman en torno a unas pocas ideas se convierten en fundamentalismo, fanatismo, pseudociencias, negacionismo, teorías de conspiración, etc.

Nada da más miedo que las personas que tienen sus ideas ‘demasiado claras’.

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